Del blog de Pato Ace, les recomiendo: La parábola de la rana-príncipe
Había una vez un rey cuyo hijo fue convertido en una rana por una bruja, y los términos de la maldición de la bruja fueron que el príncipe permanecería como rana por nueve años. Durante ese tiempo, el príncipe no hablaría, ni pensaría, ni en forma alguna sería un ser humano, sino que sería una rana. El rey no arrojó a la rana al pantano, sino que lo mantuvo en una caja forrada en terciopelo, y ordenó que la reina lo alimentara y cuidara. Cada cuidado y ternura le fue proporcionado a la rana, pues el rey deseaba que su hijo emergiera saludable y vigoroso del conjuro.
En el último día antes de concluir la maldición, un carnicero vino ante el rey ofreciendo una daga para, si lo deseaba el rey, sacrificar a la rana por la carne de sus patas, pero el rey lo prohibió, diciendo que no era legítimo que un padre diera muerte a su propio hijo.
El carnicero dijo que la ley prohibía el asesinato de humanos solamente, mas no el sacrificio de animales.
El rey miro al carnicero, horrorizado y maravillado a la vez, diciendo que nadie debería matar a su propio niño.
El carnicero dijo que esa no era la ley, sino sólo la opinión del rey, y que, cuando ese niño fuera privado de su humanidad y convertido en una rana, cada hombre debe decidir por sí mismo si lo cuidaría por nueve años o lo sacrificaría; y nuevamente ofreció al rey su daga.
Sucedía que la única forma de romper el conjuro al final de los nueve años era permitir que la rana entrara en el cuerpo de la reina, y emergiera nuevamente de una forma que le causaría a la reina gran dolor y sangramiento. Por lo tanto el carnicero le ofreció la daga a la reina, diciéndole que era su decisión únicamente si la rana príncipe debía vivir o morir. El carnicero dijo que la neurociencia moderna demostraba que en aquel momento la rana no era humana en ninguna forma, y que no lo sería hasta mañana.
La reina preguntó al rey si la decisión era solamente suya, o si la ley debería prohibir que una madre diera muerte a su propio hijo.
El rey le preguntó a la reina, no si su hijo era un humano o una rana, sino si ella amaba o no a su hijo.
El nombre del rey era Abraham; la reina era Sarah; el niño era Isaac. Todos sus vecinos servían a Moloch, el que demandaba sacrificio de niños. Si Abraham hubiera escuchado al carnicero, un pueblo incontable como las estrellas y que ha sido una bendición para este mundo, nunca habría llegado a existir, porque dar muerte a un niño es dar muerte a los seres humanos (a cada Hijo del Hombre, si me permiten usar esa expresión) que de otra forma nacería de él.
El nombre del carnicero era Caín y en su ceja estaba la Marca de Caín. Pero creo que sabíamos eso.
John C. Wright
Había una vez un rey cuyo hijo fue convertido en una rana por una bruja, y los términos de la maldición de la bruja fueron que el príncipe permanecería como rana por nueve años. Durante ese tiempo, el príncipe no hablaría, ni pensaría, ni en forma alguna sería un ser humano, sino que sería una rana. El rey no arrojó a la rana al pantano, sino que lo mantuvo en una caja forrada en terciopelo, y ordenó que la reina lo alimentara y cuidara. Cada cuidado y ternura le fue proporcionado a la rana, pues el rey deseaba que su hijo emergiera saludable y vigoroso del conjuro.
En el último día antes de concluir la maldición, un carnicero vino ante el rey ofreciendo una daga para, si lo deseaba el rey, sacrificar a la rana por la carne de sus patas, pero el rey lo prohibió, diciendo que no era legítimo que un padre diera muerte a su propio hijo.
El carnicero dijo que la ley prohibía el asesinato de humanos solamente, mas no el sacrificio de animales.
El rey miro al carnicero, horrorizado y maravillado a la vez, diciendo que nadie debería matar a su propio niño.
El carnicero dijo que esa no era la ley, sino sólo la opinión del rey, y que, cuando ese niño fuera privado de su humanidad y convertido en una rana, cada hombre debe decidir por sí mismo si lo cuidaría por nueve años o lo sacrificaría; y nuevamente ofreció al rey su daga.
Sucedía que la única forma de romper el conjuro al final de los nueve años era permitir que la rana entrara en el cuerpo de la reina, y emergiera nuevamente de una forma que le causaría a la reina gran dolor y sangramiento. Por lo tanto el carnicero le ofreció la daga a la reina, diciéndole que era su decisión únicamente si la rana príncipe debía vivir o morir. El carnicero dijo que la neurociencia moderna demostraba que en aquel momento la rana no era humana en ninguna forma, y que no lo sería hasta mañana.
La reina preguntó al rey si la decisión era solamente suya, o si la ley debería prohibir que una madre diera muerte a su propio hijo.
El rey le preguntó a la reina, no si su hijo era un humano o una rana, sino si ella amaba o no a su hijo.
El nombre del rey era Abraham; la reina era Sarah; el niño era Isaac. Todos sus vecinos servían a Moloch, el que demandaba sacrificio de niños. Si Abraham hubiera escuchado al carnicero, un pueblo incontable como las estrellas y que ha sido una bendición para este mundo, nunca habría llegado a existir, porque dar muerte a un niño es dar muerte a los seres humanos (a cada Hijo del Hombre, si me permiten usar esa expresión) que de otra forma nacería de él.
El nombre del carnicero era Caín y en su ceja estaba la Marca de Caín. Pero creo que sabíamos eso.
John C. Wright
1 comentario:
Hola Marta: Aqui te dejo un chiste, para colaborar con el blog.
Los indios de una remota reserva preguntaron a su joven y nuevo cacique:
- El próximo invierno ¿será frío o apacible?.
Dado que el jefe había sido educado en una sociedad moderna,
no conocía los viejos trucos indios.
Así que, cuando miró el cielo, se vio incapaz de adivinar qué mierda iba a suceder con el tiempo...
De cualquier manera, para no parecer dubitativo, respondió:
- El invierno será verdaderamente frío, y los miembros de la tribu
deben recoger leña para estar preparados.
No obstante, como también era un dirigente
práctico, a los pocos días tuvo la idea de telefonear al Servicio Nacional de Meteorología.
- ¿El próximo invierno será muy frío? - preguntó.
- Sí, parece que el próximo invierno será bastante frío
- respondió el meteorólogo de guardia.
De modo que el jefe volvió con su gente y les dijo:
- Deberéis juntar todavía más leña, para estar aún más preparados.
Una semana después, el jefe llamó otra vez al Servicio de Meteorología y preguntó:
- ¿Será un invierno muy frío?
- Sí - respondió el meteorólogo - va a ser un invierno muy frío.
Honestamente preocupado por su gente, el jefe volvió al campamento y ordenó a sus hermanos que recogiesen toda la leña posible,
el invierno iba a ser verdaderamente crudo.
Dos semanas más tarde, el jefe llamó nuevamente al Servicio Nacional de Meteorología:
- ¿Están ustedes absolutamente seguros de que el próximo invierno será muy frío?.
- Absolutamente, sin duda alguna - respondió el meteorólogo -
va a ser uno de los inviernos más fríos que se hayan conocido.
- ¿Y cómo pueden estar ustedes tan seguros?.
- Porque los indios están recogiendo leña como locos
Saludos
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