viernes, 18 de enero de 2008

La gran epidemia


Esta semana vi I am Legend y no pude dejar de pensar en este mail que rescato de mi antiguo disco duro.

El día terminó. De vuelta a casa, escuchas por las noticias que una terrible epidemia empezó a desarrollarse en un pueblo de la India. No le das mucha importancia, pero en pocos días lees en los periódicos que millones de personas fallecieron y el mal ya comenzó a extenderse a países vecinos como Pakistán, Afganistán e Irán.

Personal del Control de Enfermedades de los Estados Unidos viajó de inmediato a la India para investigar la epidemia que ya era conocida como la "influencia misteriosa", y pronto, ante los resultados negativos de los expertos, los países europeos deciden cerrar sus fronteras y cancelar todos los vuelos aéreos con destino a Pakistán, India u otro país donde la enfermedad había brotado. Pero era demasiado tarde, pues las noticias anunciaron que una mujer había fallecido en un hospital francés. A los pocos días, la incurable enfermedad arrasó casi toda Europa y empezó a ocasionar severos estragos en Estados Unidos, país que de inmediato cerró sus fronteras y canceló todos sus vuelos internacionales.

El mundo entró en pánico y la enfermedad rápidamente invadió casi todo el planeta. En tu barrio, tus vecinos están alarmados por el temor que existe ante la posibilidad de adquirir la enfermedad, que no distingue ni sexo, raza o religión.

Organizan cadenas de oración en la parroquia de tu barrio para que los científicos, quienes están trabajando sin parar, encuentren el antídoto. Pero nada, todo el esfuerzo es vano.

De pronto un grupo de científicos logra descifrar el código DNA del virus pudiendo preparar la cura para la enfermedad. Para ello se requiere la sangre de alguna persona que no ha sido infectado con el virus por lo que se pide a todos los ciudadanos que se dirijan a los hospitales para que se les practique un examen de sangre.

Vas de voluntario con tu familia junto con otros vecinos, preguntándose lo que esta pasando, y si esto será el fin del mundo. De repente, un médico sale del hospital gritando un nombre que ha leído en su cuaderno. Dices "¿Qué?" y vuelve a gritar el mismo nombre. El mas pequeño de tus hijos esta a tu lado, te agarra la chaqueta y te dice: ¡Papá, ese es mi nombre!". Antes de que puedas reaccionar, los médicos cogieron a tu hijo y te explican que la sangre de tu niño está limpia, es pura y quieren asegurarse que no posee la enfermedad.

Tras cinco largos minutos, salen los doctores y enfermeras. Uno de ellos, el que parece mayor, se acerca y te agradece porque la sangre de tu niño está limpia; es perfecta para elaborar el antídoto y erradicar la "influencia misteriosa".

La noticia empieza a correr por todos lados, y todos están gritando, orando, riéndose de felicidad. Sin embargo, el doctor se acerca nuevamente a ti y a tu esposa y te pide tu firma para que autorices a que se utilice la sangre del niño.

Al leer el contrato, te das cuenta que no han llenado la cantidad de sangre que necesitan tomar. Levantas los ojos y les preguntas cuanta sangre van a necesitar. La sonrisa del doctor desaparece y contesta: "No pensábamos que iba a ser un niño. No estabamos preparados, así que ¡la necesitamos toda!".

No lo puedes creer y tratas de contestar, " Pero... pero..." El doctor te sigue insistiendo, "Usted no entiende. Estamos hablando de todo el mundo. Por favor firme. La necesitamos toda". Preguntas si le pueden hacer una transfusión de sangre pero ellos te contestan que no hay sangre limpia para hacerlo e insisten en que firmes.

En silencio y sin poder sentir tus dedos que sostienen la pluma en la mano, lo firmas. Te preguntan si deseas pasar un momento con tu niño antes de iniciar el proceso. Caminas hacia la sala de emergencia donde tu hijo está sentado en la cama y te pregunta que está pasando.

Tomas su mano y le dices que papa y mamá lo aman más que nunca y que jamás dejarán que le pase algo. El doctor regresa y te pide que dejes al niño; es hora de empezar ya que gente en todo el mundo está muriendo. Te alejas, dándole la espalda a tu hijo mientras él te dice: ¿Papá?... ¿Mamá?... ¿Por qué me han abandonado?

A la semana siguiente, durante la ceremonia para honrar a tu hijo observas que hay pocas personas; muchas de ellas prefirieron quedarse a dormir en casa; otros no vienen porque prefieren ir de pesca o ver un partido de fútbol, y otros vienen con una sonrisa falsa y fingen que les importa. Quisieras pararte y gritar: "Mi hijo murió por ustedes ¿Qué no les importa?" Tal vez eso es lo que ÉL quiere decir, "Mi hijo murió. ¿Qué no saben cuanto los amó?

Padre Nuestro, viéndolo desde tu punto de vista nos rompe el corazón. Tal vez ahora podemos empezar a comprender qué tan grande es tu amor por nosotros.


6 comentarios:

ayco dijo...

El relato es bastante exagerado pero está bien. Impresiona.

Anónimo dijo...

LA CANDOROSA dice:

Lamentablemente, de haber sido yo, me hubiera vuelvo a casa con mi hijo.

La salvación de la humanidad hoy no depende de "uno" sino de "todos".

Triste sería dar la vida de mi hijo por una humanidad que a pesar de todo, igual elige derrumbarse.

Álvaro P. dijo...

Estimada Marta:
La idea del posteo es interesante, y sirve para notar la falta de preocupación por el Salvador.
Sin embargo, no me convence tanto la analogía, porque en este caso no existe una entrega voluntaria de la propia vida para ayudar a los demás, sino que un permitir el asesinato para lograr un "bien mayor". Esto último nunca es lícito, ya que el ser humano no debe ser nunca utilizado como un medio para alcanzar un mayor bien.
Quizá estoy equivocado, pero me parece que las diferencias son muchas como para tratar de hacer una analogía entre los dos casos.
Saludos,
Álvaro P.

Marta Salazar dijo...

tienes razón Álvaro;

Alejandra, tienes razón también, pienso yo, de ahí que sea más impresionante que alguien se comporte de otra forma

:)

Un abrazo y gracias x los comentarios!

Cuqui dijo...

Lo importante más que la forma es el fondo.. ya sea voluntariamente o por obligación, no creo que NADIE de nosotros, "entregaría" a su hijo.

Sólo EL lo hizo, y lo hizo por nosotros y no se nos puede olvidar.

Marta Salazar dijo...

gracias Cuqui!

O Wilma?

Bienvenida al blog!